Un adolescente de 17 años me comentó: “Misi, la razón por la que las matan es porque se van con los títeres. Ellas no quieren estar con los nenes buenos, que tienen buenas notas. Las ves con los nenes que están en malos pasos, los que las tratan mal”.
Este comentario regresó a mi mente al ver un video del comunicador Jorge Pabón, conocido como “El Molusco”, y el cantante de reguetón Noriel, donde aseguraban que “A las mujeres no les gustan los hombres buenos”. Hace un año, conversaba con mis estudiantes sobre la violencia de género y los feminicidios. Mientras que las adolescentes comprendían que las mujeres no son asesinadas por estar con “hombres malos”, los adolescentes varones buscaban justificar la violencia contra las mujeres.
Educación machista y preferencias románticas
¿Realmente, a las mujeres y adolescentes nos gustan los “hombres malos”? ¿O es la educación machista que recibimos desde pequeñas la que nos inculca que estos “hombres malos” son atractivos?
Según la investigación de la Institución Americana de Psicología, La psicología social del género: Cómo el poder y la intimidad forman las relaciones de género, la educación y la cultura influyen en nuestras preferencias románticas. La cultura patriarcal nos enseña que la fuerza y la dominancia son cualidades deseables en los hombres.
El patriarcado refuerza la idea de que los hombres deben ser fuertes y dominantes para ser deseados, mientras que las mujeres deben ser sumisas y comprensivas. Estas ideas se inculcan desde una edad temprana, moldeando nuestras expectativas y comportamientos en las relaciones.
Consecuencias para los hombres y la violencia de género
Lo complejo de este asunto es que los hombres que no cumplen con los ideales tradicionales de masculinidad (fuerte, dominante, agresivo) pueden enfrentar desafíos como estigmatización, discriminación y problemas de salud mental. Por esta razón, los adolescentes varones rechazados por no cumplir con este estándar se ponen a la defensiva cuando se habla de la violencia de género.
No obstante, es crucial que los varones adolescentes comprendan que tienen la oportunidad de explorar y construir masculinidades alternativas, más inclusivas, equitativas y saludables. Es importante desafiar las normas restrictivas y explorar diversas formas de ser hombre.
Los medios de comunicación y la socialización machista
Los medios de comunicación, como películas y series de televisión, perpetúan estos estereotipos, mostrando repetidamente a chicas buenas o populares que se enamoran del “chico malo”.
Ejemplos de películas que perpetúan estos estereotipos:
- “Tres metros sobre el cielo” (2010): Babi, una chica de buena familia, se enamora de Hache, un joven rebelde y conflictivo.
- “A través de mi ventana” (2022): Raquel, una chica buena y soñadora, se siente atraída por Ares, su vecino problemático.
- “A Walk to Remember” (2002): Jamie, una chica buena y religiosa, se enamora de Landon, el chico problemático.
En mi adolescencia, me encantaban las películas románticas. Era una romántica empedernida y, como muchas otras adolescentes, quería un “Hache” en mi vida. Ahora, como adulta, reconozco lo preocupante que era ese pensamiento. Quería un hombre impulsivo y agresivo, que pusiera en riesgo mi vida.
También quiero enfatizar que estos adolescentes no son “hombres malos” como se nos plantea a menudo, sino que muchos de ellos, como muestran las películas, vienen de familias disfuncionales y no han tenido el espacio ni la crianza para construir masculinidades más saludables.
Al principio de mis 20, y enojada con el ideal de amor que estas películas me habían vendido, dejé de verlas por completo. Hoy, casi llegando a los 30, me he reconciliado con ellas, las analizo y las veo con otros ojos. Esto también me ayuda a reconectar con la adolescente que fui y a proponer formas de vivir la identidad de ser mujer en la adolescencia de una forma más amplia.
Un nuevo enfoque para el deseo
A lo largo de los años, y gracias al feminismo, he cuestionado de dónde vienen mis deseos. Aunque sigo encontrando atractivo el valor de fuerza en los hombres, he aprendido a combinar esto con el tipo de hombre que realmente quiero en mi vida: un hombre sensible, cuidador y que no tenga miedo de expresar sus emociones. Así, he aprendido a sostener mis contradicciones.
Es posible repensar estos mandatos sin castrar nuestro deseo. Podemos reconocer las influencias de la educación machista y, aún así, encontrar valor en cualidades que fomenten relaciones saludables y equitativas. Transformar nuestros deseos no significa renunciar a ellos, sino expandirlos y enriquecerlos para que reflejen no solo lo que nos atrae, sino también lo que nos hace sentir respetadas y seguras.