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Educar a un niño en el feminismo: No para que deje de ser niño, sino para que pueda serlo en libertad

Hay una frase que se repite en redes sociales con tono defensivo: “Hoy todo gira en torno a las niñas. ¿Y los niños qué?”

Mi respuesta es simple: Educar a un niño en el feminismo es también educarlo para que no tenga que crecer armado contra sí mismo.

Hace unos días publiqué un reel en TikTok reflexionando sobre cómo ciertos mandatos de masculinidad siguen condicionando profundamente la infancia de los varones. Y la respuesta fue tan reveladora como predecible:
“Quieren feminizar al hombre”.
“El feminismo lo único que quiere es borrar a los varones”.
“El problema no es la masculinidad, son las personas tóxicas”.
O, en su versión más desconectada: “el feminismo de hoy busca erradicar al hombre”. 

Ahí comprendí algo con más claridad: el rechazo a educar a los niños en el feminismo no es ideológico. Es emocional. Lo que incomoda no es la palabra. Es lo que revela.

¿Qué significa, en la práctica, educar a un niño en el feminismo?

No se trata de hacerlo “menos hombre”. Se trata de mostrarle que hay muchas formas posibles de serlo. Y que no todas implican reprimir, endurecer, dominar o negar la ternura.

Se trata de preguntarnos:

  • ¿Qué tipo de masculinidad estoy modelando en casa?
  • ¿Qué mensajes implícitos recibe sobre lo que puede y no puede sentir?
  • ¿Qué vínculos se le están permitiendo, o limitando,  desde la infancia?

Estrategias para educar con perspectiva de equidad

1. Modelar la corresponsabilidad desde el hogar

Los niños deben ver que su padre limpia, cocina, escucha, cuida. Y que su madre trabaja, opina, decide, construye. No basta con decir que los géneros son iguales. Hay que mostrarlo.

2. Romper con los estereotipos desde lo cotidiano

No hay colores de niños ni de niñas. No hay juegos que pertenezcan a un solo género. Llorar no lo vuelve débil. Reprimirlo sí lo desconecta de sí mismo. Educar en equidad es también educar en libertad emocional.

3. Ofrecer modelos de masculinidad saludables

No hay nada de malo en ser fuerte. Pero esa fuerza no puede usarse para herir. Puede usarse para proteger, para cuidar, para sostener. La rudeza, si existe, debe ser canalizada hacia la defensa del otro, no su dominación. Feminismo no es borrar la masculinidad. Es permitir que deje de doler.

4. Darle acceso a una literatura diversa

Los cuentos que leemos en la infancia moldean el imaginario de lo posible. Busca historias donde los niños sientan que cuidar no les quita fuerza, y donde las niñas no están para ser salvadas, sino para ser protagonistas de su vida. Una narrativa diversa es una identidad menos fragmentada.

5. Involucrarlo en el cuidado de sí y de los otros

No se trata de asignarle tareas adultas. Pero sí de mostrarle que cuidar no es cosa de mujeres.
Que puede tender su cama, lavar su plato, acompañar al hermanito, pasear a la al perro o darle de comer al gato. Cuidar también es un lenguaje de amor.

6. Fomentar vínculos con niñas

La separación por género se intensifica desde los 5-6 años. Y eso alimenta los estereotipos.
Los niños que mantienen amistades con niñas tienden a desarrollar mayor empatía, mejor comunicación y resolución de conflictos. No es solo socialización: es construcción ética.

7. Hablar sobre consentimiento desde pequeños

Consentir no es un tema adolescente. Es un tema relacional. Decir no, respetar el no del otro, preguntar antes de tocar: todo eso puede, y debe, enseñarse en la infancia.

8. Incluir la educación sexual integral desde una edad adecuada

No esperes a la pubertad para hablar del cuerpo. A los 4 en adelante ya puede aprender sobre menstruación, sobre cómo cambia el cuerpo humano a lo largo de la vida, y sobre cómo vivir esos cambios con naturalidad y respeto.

Educar en feminismo no es ideología.

Es cuidado. Es libertad. Es posibilidad. Educar a un niño en el feminismo no es ponerlo en contra de su identidad, sino permitirle construirla fuera del molde que aprieta. Es decirle que ser niño también puede incluir la ternura, la fragilidad, el juego libre, el pensamiento crítico y el deseo de cuidar.

Es enseñarle que el mundo no gira en torno a que él mande, sino en torno a que todos ,incluyéndolo, puedan vivir con dignidad y autonomía.

No hay masculinidad sana si se construye negando la sensibilidad. Y no hay libertad si se confunde el poder de dominar con el valor.

Educar con perspectiva de género no es solo un derecho de las niñas. Es también una oportunidad para que los niños crezcan completos, sin tener que demostrar todo el tiempo que “son lo suficientemente hombres”. Para que no vivan con miedo a sentir, a cuidar, a hablar. Para que no hereden la armadura que rompió a las pasadas generaciones de hombres.