¿Qué pasaría si a los niños se les hablara del semen con la misma ternura y dignidad con la que, cada vez más, intentamos hablarle a las niñas sobre la menstruación?
La respuesta es este libro.
El semen mola: Pero necesitas saber cómo funciona no es solo una guía de anatomía ni un texto informativo. Es un acto pedagógico profundamente político: educa para el autoconocimiento, el placer consciente, la corresponsabilidad y la ternura masculina.
Hablar de espermarquía, pene, deseo o erecciones en voz alta, y hacerlo con respeto, claridad y afecto, sigue siendo un tabú. Pero este libro lo rompe todo. Y lo hace bien.
Página a página, guía al lector por los cambios del cuerpo masculino desde una mirada integral: no se trata solo de qué es el semen, sino de cómo cambia el cuerpo, cómo se siente el deseo, qué es la masturbación, cómo se comunica el consentimiento y cómo se construye el vínculo amoroso con el otro y con uno mismo.
La información científica es rigurosa. El tono es accesible. El contenido es valiente. Y la ética, luminosa. Pero lo más potente del libro no es su precisión científica, sino su posicionamiento afectivo y político: le dice a los preadolescntes que no tienen que cumplir con el mito del varón siempre dispuesto, que pueden nombrar su malestar, que no todo termina con la eyaculación, y que el pene no es el protagonista de las relaciones sexuales.
Y sí: también habla del aborto. De las ITS. De los límites legales del consentimiento. De la paternidad no deseada. Y lo hace con una delicadeza conmovedora. Sin moralismo. Sin tabú. Sin miedo.
Al final, el libro invita a los preadolescentes a escribir un diario de cambios, a pegar una foto de su espermarquía, a celebrar con un pastel, una caminata, o una charla con alguien de confianza. Y les deja una pregunta abierta: ¿Cómo quieres celebrar este momento tan importante en tu vida? Ese gesto es radical. Porque no solo enseña biología: devuelve a los varones su derecho a narrarse, a emocionarse, a sentir.
El semen mola debería estar en todas las casas. En todas las escuelas. En todas las bibliotecas. Porque si no somos nosotros quienes les damos palabras para habitar su cuerpo con ternura y conciencia, será el porno, el silencio o el miedo quienes ocupen ese lugar.